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Metáfora de una historia real en la Radio, o cómo nos conocimos Juani Loro, la locutora, Eli García -técnico de sonido y librera- y yo, en el programa de Palabras Mayores, de Radio Intereconomía. Cómo de aquella entrevista surgieron otras más, alguna publicación en la revista Senda Senior, o en su web, y también talleres de cuentos en la librería El Castillo, Avda Estación nº 99, de Torrijos (Toledo).

http://www.sendasenior.com/Eli-el-Hada-y-el-Loro-Rojo_a3227.html

 

Eli el Hada y el Loro Rojo

Un cuento escrito por Julia Sánchez para el programa «Palabras Mayores», publicado en la Web Senda Senior el mes de enero 2015.

Conocí al Hada Eli un otoño en el río.
Creí que era ella, la que me llamaba. Alguien repetía, como un sortilegio pequeño, pero bien clarito ¡Julia! ¡Julia!
¿Quién, sino un hada, es capaz de repetir un hechizo, zumbón, hasta que se hace realidad?
Y Julia es de verdad, soy yo misma, quien escribe esta historia que me pasó una mañanita fría de noviembre.
También, aquél día, conocí a Juani Loro, ¡qué suerte!
El agua estaba fría ya,  me acerqué a la ribera y vi las hojas pasar flotando.
El río borboteaba en ondas que acariciaban las orillas. Formaban un torrente, allí abajo, donde había más rocas y la montaña se despeñaba en un mar plácido y azul clarito, como los ojos de los niños sorprendidos por una respuesta inesperada.
Las ondas del río, en primavera, salpicaban a los bañistas, viejitos de la casita dorada que había en mitad de la ladera.
Las ondas también, daban de beber a las palomas mensajeras, que llevaban en su pico una rama de roble, desnudita ya de sus trajes verdes de mayo.
Las ondas acariciaban al pasar a las carpas rojas que se habían escapado del estanque, aquel verde y musgoso que nadie se acordaba de rellenar -cuando los rayos del verano dejaban escapar su vapor apretujado por la mano redonda del nenúfar-.
Les decían adiós, las ondas, con su agua resbalosa, a las arañitas de agua, despatarradas en su rinconcito conocido del recodo. Porque siempre es el mismo, el río, pero el agua es nueva cada tarde, descongelada de las nieves deshechas en lágrimas de despedida. Qué blanco era su valle.
Un pequeño pájaro rojo chillón iba soltando, con el brillo negro de sus ojitos, hoja tras hoja, allí en la ribera del río. Su piquito curvo parecía de oro, con tanta pericia manejaba la ramita del abedul, o del sauce, tan llorón siempre, alicaído dentro del agua, allí donde el borde líquido alimentaba flores cuando se asomaban a admirar sus propios pétalos de colores.
Parecía un lorito, aquél pajarillo vivaracho… las ondas frías del río llevaban lejos todas sus travesuras.
¡Julia! ¡Julia! Seguía yo escuchando.
Y me di cuenta, sin embargo, que era una voz femenina y chiquita. Así, como de Juani. Un hechizo todo hecho plumitas.
¡Era Eli, con su varita de sonido mágico, la que había dado voz a Juani!
Era Juani Loro la que me llamaba, entre rama y rama.
Le presté las hojas de mis libros, para que viajaran, aquella mañana, por las ondas, río abajo.
Juani cogió con delicadeza mis páginas, pareciera que las leía. Aquellas castañas con las que jugaba parecían, qué sé yo, un micrófono de los de la radio. Las puso a mi lado y me comí una. Luego, una segunda. Sabían dulces, los frutos de aquel otoño de ribera.
Gracias, Juani, por llamarme. He acudido a tu llamada.
Eli, el hada, vino por detrás, y posó su mano en mi hombro:
«Puse voz a Juani. Ella te llamó, ¡y viniste!
Vi tus páginas.
He visto las del abedul, las del roble y del castaño.
Vi las hojas del sauce llorar, pero las tuyas, las hojas de tus libros,¡sonríen!
Allí, abajo, entre la bruma del estanque y las piedras del sendero, está el mar azul de preguntas.
Allí, juegan los niños.
Con agua, si está caliente. Con arena, si tienen frío.
Construyen los niños junto al mar castillos en el aire.
Baja conmigo, que conozco una playa blanca y azul.
Quiero inventar contigo almenas para un Castillo de aire y de hojas de colores.
Un castillo de imaginación y cuentos infantiles.
Para que, cuando llegue el invierno, con su frío, el agua de la orilla no se vuelva gris.
Para que la arena siga siendo una escultura por hacer y las manos de los niños sean palomas que construyan un mensaje de amor por los cuentos y los libros.
Quiero colgar un corazón de corazones infantiles en mi castillo de sueños.
Ayúdame, escritora, con tu vara de tinta y mi vara de música, a tejer ese hechizo».
Anochecía, tenía frío.
Me arropé con las hojas caídas y seguí a Eli por el sendero de la estación, hasta la parada 99.
Allí tiene su casa un hada.
Cumple el deseo de los niños de llenar de colores las páginas en blanco.
Cumple el deseo de los niños de empuñar varitas mágicas rojas, azules y de todos los colores, que son todos los lápices que han sido capaces de inventar… los inventores de lápices.
Cumple el deseo de los niños de traer a su castillo de cuentos cualquier historia.
Y de crear cualquier historia que me pidas que te cuente yo, Julia la escritora de sueños.

 

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